Bárbara Daniela Ibarra
Un salto al ayer
Actualizado: 12 ago 2022
Dedicado a Jorge, gracias, por tanto.
Digimon Adventure Last Evolution Kizuna, film que se estrenó para festejar los 20 años de la franquicia se largó en plena cuarentena, por eso recién este año se pudo estrenar en pocas salas de Argentina.
La película nos muestra a un grupo de amigos cuyos vínculos se van disolviendo en pos de las responsabilidades adultas, ordinarias para nuestra realidad, pero extraordinarias para un dibujo fantástico que apunta a un público adolescente. Tal es el caso de películas como “El Club de Los 5”, “¡Cuidado! Hércules vigila”, “Cuenta Conmigo”, “IT”; relatos de iniciación nostálgicos con un grupo de amigos significativo pronto a la desintegración. Como sabemos, las rupturas cinematográficas suelen ser dolorosas, al menos para el espectador que ve el mundo con ojos románticos, de soñador eterno. Digimon no se va a quedar atrás y va a excarbar en lo más profundo de nuestro ser haciéndonos reflexionar sobre varias cosas. Nos llevará a través del tiempo, rompiendo con el paradigma del final feliz y añorado, como en la segunda temporada, con nuestros niños elegidos ya adultos y con sus familias realizadas, donde incluso sus hijos tienen Digimons asignados. Traspaso generacional o resistencia al tiempo, depende el filtro con que se lo vea.
Pertenezco a una generación muy nostálgica. Tal vez la última que se precie de tal. Estos últimos años volvieron a sacar continuaciones de series de mi infancia: Desde Sakura hasta Inuyasha, incluso se anunció una película de Slam Dunk. También continuaciones de películas live action (como dicen ahora) de Bill & Ted y Los Cazafantasmas, ésta última con la nieta de uno de los integrantes del querido cuarteto ochentero como protagonista. Incluso, una de las películas que más representa esto es Ready Player One, majestuoso relato sobre los nostálgicos perdidos en un mundo tecnocrático. Dirigida por Steven Spielberg, quien más para hablarnos de ello que un tipo al que le debemos gran parte de nuestra infancia cinematográfica.

En Digimon vamos a seguir a Tai y Matt que constantemente se harán planteos existenciales ya que ellos dos son los más negados ante el destino inevitable pero necesario que deben afrontar. Al contrario de la novia de Matt, Sora -quizás el personaje más maduro de todos y quien inicia el relato escribiendo desde su computadora, adelantándonos a lo que vamos a ver en pantalla - que en soledad y distante del resto afrontó el paso de la adolescencia a la adultez en primera instancia. Todo cumple un ciclo y este film lo demuestra a flor de piel. Lo que se denomina coming of age. En un momento Agumon (una de las criaturitas) hace un comentario sobre lo chiquito que es el departamento de su amigo, e incluso encuentra unas revistas porno. Tai se las quita de las manos y le dice que no vea su contenido ya que es para adultos, palabra clave que nos da a entender la necesidad que alguien de su edad necesita, a su vez que encuadra la situación sobre el pasaje a la madurez. El detalle del departamento pequeño es relativo al progreso de iguales características como primer paso. Nos van a dar ejemplos de personas con dificultad para despegarse de un recuerdo, de un momento, un instante determinado en la vida que se impregna en lo más profundo de nuestra memoria. El villano esta vez va a ser una criatura llamada “Eros" y nos explican que es por el dios de la mitología griega (una mala costumbre del anime es la necesidad de sobreexplicar las cosas que vemos en acción), pero si lo vemos con una mirada Freudiana estaríamos hablando del Eros (la pulsión de la vida) que se opone al Tánatos (la pulsión de la muerte). Éste ser crea un lugar para que quien quiera pueda congelar ese momento preciso de felicidad absoluta y sin ninguna preocupación: La infancia.
Los protagonistas van a tener que recurrir a métodos viejos de búsqueda o incluso de tecnología (Sentarse durante horas en una biblioteca buscando información y archivos, usar celulares viejos para que no los rastreen e incluso volver a usar sus viejos Digivices) volviendo a utilizar objetos preciados para ellos y que podemos identificar desde el primer momento que los vemos en pantalla (Desde un par de antiparras hasta una armónica). A este tipo de elementos de puesta en escena se les denomina Atrezzo. Esto nos da a entender que para dar un paso a la siguiente etapa primero tenemos que tomar un poco de carrera, un poco de envión, ir para atrás y ahí recién acelerar (En Ready Player One se hace énfasis sobre esta cuestión).
Como ya sabemos gracias a films como Pet Sematary (1989) si forzamos al Eros esto puede terminar en algo contraproducente. Por algo todo tiene un ciclo de vida, desde los vínculos, las etapas y la vida misma.

Para derrotar a este ser Matt y Tai van a tener que hacer que sus digimons lleguen a su última evolución, teniendo en cuenta que esto les va a costar el tiempo de poder estar con ellos. Porque en ciertos momentos, ese mismo tiempo se transforma en oro. Así también aprenderán a soltar, a dar ese último paso que les faltaba de la adolescencia a la adultez.
Una película que va a remover hasta el último sentimiento de nostalgia, con una escena final un tanto desgarradora para quienes vimos la serie y que se da durante un atardecer con una pregunta para la reflexión “¿Qué vas a hacer mañana?”.

Fue difícil terminar de verla sin derramar alguna que otra lágrima (E incluso fue difícil escribir este texto sin que me afecte de algún modo) ya que toco una parte muy profunda de mi ser. Me hizo recordar a Jorge, mi mascota, ser que me acompaño un largo tramo de mi vida y es difícil tener que asimilar su pérdida. La pérdida de un amigo fiel. Quede sorprendida por el efecto que esta película hizo en mí y en un punto siento que era lo que necesitaba a modo de catarsis.
“¿Por qué no podemos retroceder, para variar? Retroceder a gran velocidad, lo más rápido posible, Apretar el acelerador a fondo. Bill y Ted lo hicieron.”
Ready Player One (2018)
