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  • Foto del escritorBárbara Daniela Ibarra

Paradise Kiss y La La Land comparten el mismo final.

Actualizado: 25 jun 2022



Cuando tenía 16 años (Allá por el año 2006) era fan de un manga llamado Paradise Kiss el

cual nos contaba la vida de Yukari, una adolescente totalmente llena de presiones por

parte de su madre para que rinda los exámenes de ingreso a una de las mejores

universidades de Japón, lugar donde nace y muere este género literario popular. En el

transcurso se topará con un grupo de jóvenes estudiantes de diseño de moda quienes la

utilizarán como musa y modelo para un concurso que se llevará a cabo en la escuela de

estos futuros diseñadores.


Ella conocerá a George, un adolescente excéntrico con aires de grandeza, que la ayudará a

elegir entre seguir cumpliendo con las demandas de su madre o querer jugársela por una

carrera como modelo.

En ese mismo año se publica el último tomo de esta historia y en el final vemos como ellos

deciden separarse después de vivir un fugaz e intenso romance y como cada uno por

separado va a lograr sus objetivos deseados. La misma Yukari nos cuenta que ya han

pasado 10 años desde el comienzo de dichos eventos: ella ya adulta se está por casar,

tuvo una exitosa carrera como modelo en Japón y George triunfo como vestuarista de

grandes obras en Broadway. Nos relata, además, que le envió entradas para un musical en

el que él ha diseñado el vestuario, así que nosotros, lectores sacros, sabemos con total

entrega que será un emotivo reencuentro. Todo desde principio a fin va a ser contado

desde el punto de vista de nuestra protagonista, dándonos a conocer sus pensamientos,

temores, frustraciones e inseguridades, siendo así que llegaremos a un punto de

identificación inherente con ella.


Paradise Kiss nació de la mente de Ai Yazawa, una diseñadora que no pudo llegar más allá

porque decían que sus diseños eran demasiado excéntricos e imposibles de representar

en la realidad por lo que decidió crear éste manga donde su forma de dibujo es propia de

una diseñadora de moda. Vamos a ver esos trajes estrafalarios y estilizados perpetrados

en las hermosas viñetas del final, gracias a un vestido único e irrepetible bañado en un

azul cielo que marca la significación del título de la obra. Yazawa plasma intensidad y

emoción gracias al énfasis de las miradas. Su forma de dibujo es excepcional y elegante,

tan única en su estilo como los diseños de sus trajes llevándonos realmente a sentir todo

ese mundo de la alta costura.


Aunque haya puntos en los que no estoy de acuerdo con la obra como la violación de

Miwako perpetrada por Arashi, totalmente romantizada: cosa aberrante e innecesaria

porque solamente logra confundir a las chicas de si eso realmente es una muestra de

amor o una agresión por más que veamos el arrepentimiento del agresor. Confusa

“muestra de amor” que por momentos oscurece y dispersa las bondades narrativas.


En el momento cuando leí el final me sentí inconforme y había derramado lágrimas por lo

triste que me pareció principalmente por estos dos personajes que nos mostraron un gran

amor el cual significó y marcó a fuego sus ambiciones.


Muchos años después (10 años para ser exactos) volví a ver el mismo final.


Esta vez en una película del género musical (muy amado y odiado por muchos, pero

personalmente uno de mis favoritos) que nos iba a contar una historia similar.

Vamos a conocer la historia de Mia, una joven aspirante a actriz y a Sebastián, un pianista

frustrado y gran amante de la música Jazz. Ellos viven un gran romance que los llevará a la

fantasía, lugar donde todos nos reconfortamos como escape de la realidad, pero al caer

en ésta se van a percatar de que tendrán que tomar caminos distintos para poder llegar a

sus objetivos más deseados. Esta es la presentación y cierre de LA LA LAND, película

romántica hasta los huesos, amarga en su definición y que transporta al espectador a un

tiempo pasado donde los musicales reinaban las pantallas cinematográficas.


Al final de la película vemos a Mia casada, realizada y con una exitosa carrera como actriz,

y a un Sebastián que logra al fin abrir su propio club donde por las noches revive el jazz

negando su pronta extinción, hecho que lo hostigaba desde siempre. Allí se encontrarán

nuevamente. Cada uno ya con sus vidas formadas y habiendo logrado sus ambiciones

vemos como en un simple gesto reducido a una mirada vamos a notar que ese amor jamás

murió, solo que el destino los arrebató de aquel sueño y fantasía de la cual no querían

despertar.


No pude evitar recordar aquel triste final de Paradise Kiss, donde los amantes se perdían

en sus metas sacrificando el amor que los impulsó a derrotar sus miedos y frustraciones.


Con los años volviendo a analizar estas dos historias y principalmente el final que

comparten y por más que me pese, supe que el mismo hacía justicia a las convicciones

que los motivaban ya que nos muestra que no importa cuánto amor haya y cuan

profundo sea, ese amor funcionaba como una distracción a la autorrealización personal de

los protagonistas. Esto sin caer en individualismos propulsados por las demandas de un

mundo capitalista donde el self-made man destrona las relaciones en pos del éxito y la

gloria.


Paradise Kiss fue una historia de amor increíble, y al pasar de los años sigo teniendo el

mismo aprecio que en mi adolescencia. La historia de superación de Yukari fue lo que más

toco mi corazón y en eso su frase “Estoy bien, no voy a fallar, aunque el mundo me

aplaste, no voy a desaparecer” marcándonos a todas las adolescentes lectoras de esta

novela gráfica. Paradise Kiss nos indicó el camino que teníamos que abordar para llegar a

nuestras ambiciones más deseadas sin importar los obstáculos o las opiniones del resto y

que si era necesario tendríamos que sacrificar a ese gran amor. Esta historia realmente me

trasporto a ese “Paraíso” y La La Land me volvió a traer la misma sensación llevándome a

la fantasía.


“Adiós George, el paraíso lo voy a buscar yo misma”…



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